"Nunca le perdoné a mi hermano gemelo que me abandonara durante siete minutos en la barriga de mamá, y me dejara allí, solo, aterrorizado en la oscuridad, flotando como un astronauta en aquel líquido viscoso, y oyendo al otro lado cómo a él se lo comían a besos.
Fueron los siete minutos más largos de mi vida, y lo que a la postre determinarían que mi hermano fuera el primogénito y el favorito de mamá.
Desde entonces salía antes que Pablo de todos los sitios: de la habitación, de casa, del colegio, de misa, del cine... aunque ello me costara el final de la película..."
La música retumbaba en mi cabeza en aquella discoteca, y el humo me impedía apenas ver, por eso decidimos irnos a casa, y como no, yo salí primero de aquel antro.
Fue entonces cuando la vi, aquella primera imagen no se me olvidará jamás, era rubia, de estatura media, y sus ojos…¡ay qué ojos!, me enamoré de ella nada mas verla. Aquella preciosidad fijó su mirada en mí, o eso creía yo hasta que me di la vuelta y… ahí estaba Pablo, con su estúpida sonrisa camelándola desde la distancia.
Observé como ambos se acercaron, se presentaron y empezaron a reír, entonces mi querido hermano me dijo que me fuera yo solo a casa, pero no era justo, ¡yo la vi primero!.
A partir de ese día tuve que soportar las visitas de Eva a mi casa continuamente, la cara de estúpido de Pablo cada vez que hablaba de ella, y el poco caso que éste me hacía.
Llegó la noche de nochevieja, los dos nos pusimos un traje negro, nos echamos la misma colonia y nos hicimos ese peinado que tanto nos gusta a nosotros y tan poco a nuestra madre; he de reconocer que íbamos bastante irresistibles.
De repente sonó el timbre, y antes de que Pablito se me adelantase, fui corriendo a abrir la puerta, de repente Eva, al verme tan guapo se abalanzó sobre mi dándome un apasionado beso.
Mientras disfrutaba de esos labios tan suaves y carnosos alguien irrumpió en la habitación:
-¡Serás desgraciado! ¡quita tus manos de mi novia!
Entonces Eva, avergonzada, corrió detrás de Pablo disculpándose, y fue ahí cuando supe que había llegado el momento de vengarme, esa chica me pertenecía desde siempre.
Esperé unos días en los que mi gemelo no me dirigía la palabra, y tampoco a su novia, entonces una noche irrumpí en su habitación y lo maté, y lo hice de tal forma en que pareciera que se había suicidado, que YO me había suicidado.
Todos pensaron que no pude soportar la presión a la que estaba sometido tras aquella discusión, vi mi propio entierro y, lo mejor de todo, Pablo y Eva volvieron juntos y ahora están felizmente casados.
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